El otro día saliendo de noche, Borja vio la luna llena y me preguntó que por qué se veía tan grande, a lo que le contesté que la luna era muy juguetona y le gustaba hacer bromas y cambiar de formas. A veces se veía a medias como sandía, a veces se escondía y no la podíamos ver y otras comía mucho para verse redonda. Le pregunté que si quería jugar con la luna, y dijo: "Sì, pero cuando esté "deronda" o a la "mitar". Entonces me lo imaginé, jugando con la luna como el niño de este poema.
El niño que ahogó la luna.
La luna llena y el sol
se pusieron a jugar,
y al escondite jugaban
una tarde frente al mar.
Y el niño de ojos de cielo
quiso con ellos jugar;
fue a decírselo a la luna,
escondida en el pinar.
Corre el niño hacia la luna,
la luna corriendo va,
y sólo se detenía,
cuando el niño, a descansar.
- Espérame, luna boba,
que no quiero hacerte mal.
pero si el niño corría,
la luna corría más.
Frente a un pozo se detiene
y, asomándose al brocal,
en el agua ve a la luna,
que muy quietecita está.
- Esta vez ¡Oh luna mala!
no te podrás escapar.
El niño, para guardarla,
la tapa pone al brocal.
En esto, la madre inquieta
al niño viene a buscar...
En sus sueños vio a la luna
toda la noche llorar.
Por la mañana temprano
a la luna fue a soltar,
pero en las aguas dormidas
la luna no estaba ya.
- La luna se ahogó en el pozo
yo fui el culpable, mamá.
Y su mamá le consuela
cuando ve al niño llorar.
Humberto Zorrilla (Perú)
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