domingo, 8 de enero de 2012

Un regalo especial.

Nunca se me va a olvidar. Las sábanas estaban muy frías. No quería mover ni un milímetro de mi cuerpo para no sentir el frío matinal de enero. Apenas empezaba a salir el sol, y ya no podía esperar más para salir de la habitación. Todos dormían aún. Mejor era esperar un poco, no quería ir sola, no fuera a encontrarme con ellos. Aunque me encantaba que vinieran, no creo que hubiera sido una grata sorpresa. Después de un rato, Fernanda se despertó y decidimos bajar las escaleras, no sin antes asomarnos desde el balcón donde se veía la sala, para tratar de adivinar que había debajo del árbol, presas de una mezcla de emoción y nerviosismo, que nos hacía tiritar, sumándose a la causa el frío que se siente cuando se sale de la cama después de estar muy bien acurrucado. Y entonces ahí estaban, como cada año, los paquetes debajo del zapato, las roscas mordidas, los vasos de leche a la mitad acomodados en tres estratégicos lugares de la sala. Y afuera, las travesuras del caballo, el camello y el elefante, donde habían regado encima del coche de papá toda la comida y agua que cuidadosamente les habíamos dejado la noche anterior. Lo contemplábamos divertidas cuando se nos unió Enrique. No lo podíamos creer, ¡que desastre! Ya lo limpiaría mamá cuando se despertara. Corrimos hacia el árbol y empezamos a abrir los regalos. Una Barbie, un Pony, un Osito Cariñosito, un cassette de Michael Jackson, una coneja de peluche, una mesa de Pin-Pon, no recuerdo bien, pero alguno de todos estos regalos recibí esa mañana. Inmediatamente subimos corriendo a despertar a nuestros padres para enseñarles los magníficos regalos que habíamos recibido y disfrutarlos juntos.

Este año la noche de Reyes regresamos de la clínica. La anlítica de Borja salió estupenda. De las mejores que hemos tenido en el transcurso del tratamiento. Por lo que recibió su dosis de metrotexato, para luego, en casa, partir una rosca, mandar el globo con la carta y disfrutar un rico chocolate caliente en compañía de los abus. A la mañana siguiente, muy muy temprano oi su voz. Después de una noche de sueño intranquilo, de estar dando vueltas antes de ir a la cama, de dos paseos nocturnos, una ida al baño, y un “mamá ¿ya estarán los regalos?” a las tres de la mañana, había amanecido, y Borja no podía esperar más para ver que le habían traido los reyes magos.  Y cuando bajó lo vio ahí: un paquete cuadrado envuelto en un reluciente papel de colores debajo de su zapato. Su cara se iluminó con una sonrisa y sus ojos brillaron, como cuando tiene una idea, según dice él. El juego de Monos al Estanque, justo lo que quería y que había pedido en esa carta que mandamos en globo.

Este año, después de mucho tiempo, yo también mandé mi carta con mi petición...sé que no puede ser cumplida de inmediato, pero espero que como cuando era niña, los reyes me traigan ese tan ansiado regalo especial.

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